CAPÍTULO II - CAOS

Un olor a bizcocho recién hecho hizo despertar a Tim. Soñoliento, se levantó de la cama, se enderezó y estiró todos los músculos. Quiso vestirse, pero toda su ropa estaba amontonada encima del escritorio y decidió ir a desayunar en pijama.
-          Sabía que no tardarías en levantarte. Eres igual que tu madre. – Era tía Olive, que hablaba con una sonrisa desde detrás de una taza de café humeante.
-          ¿Igual que mi madre? – Tim sonó confuso y no supo si era porque todavía estaba soñoliento o porque era la primera vez que alguien le hablaba de su madre. Sí, definitivamente la confusión se debía a la última opción.
-          Sí, aparte de compartir el mismo color de pelo y la misma nariz, a ella también le despertaba el olor a dulces recién hechos.

Entre tostadas, zumo de melocotón y bizcocho, Tim se sentó a desayunar. Mientras comía le pasaron mil pensamientos por la cabeza a la vez. Se dio cuenta de que lo poco que había conocido de su madre estaba en las fotos que rellenaban algunos lugares del salón. Sabía que era pelirroja, cómo él, y que tenía algunos rasgos parecidos a los suyos, pero aparte de esto, no sabía nada más. Nunca nadie se había preocupado en hablarle de ella, de sus gustos o de su vida. Recordaba fugazmente algunos momentos de cuando era pequeño en los que preguntaba a su padre sobre ella y, éste, cambiaba totalmente la facción de su cara para adoptar una mirada sombría. Tim llego a relacionar el tema de su madre con algo que hacía que su padre se entristeciera, así pues, llegó un momento en el que simplemente dejó de preguntar.
-         Vaya, otro incendio. – Las palabras de Olive interrumpieron su ensimismamiento para devolverlo de golpe a la cocina.
-          ¿Cómo dices?
-          Es el segundo incendio en lo que va de verano. – Entonces Tim entendió que hablaba sobre una noticia publicada en el periódico que tenía encima de la mesa.
-          ¿Ha habido heridos? – Preguntó Tim.
-          Un fallecido y tres heridos.
Quería contestar pero parecía que hablaba más para ella misma que con Tim, así que al final decidió no hacerlo.
Su padre apareció por la puerta unos minutos después, llegaba de la calle y llevaba encima algunas bolsas.
-          ¡Buenos días! –Dijo efusivamente antes de dirigir la mirada a Tim. – He ido a comprar algunas cosas para tus vacaciones en casa de tía Olive.
-          ¿Qué cosas?
Jason dejó las bolsas encima de la mesa y empezó a abrirlas una a una.
-      En Narwarts hace muchísima calor en verano, así que he decidido comprarte algo de ropa. –Sacaba algunas camisetas, un par de pantalones y unos zapatos de verano.
-          Papa, no hacía falta, ya tengo ropa de verano.
-       También te he comprado algunos libros. –Decía mientras sacaba un buen montón de libros de otra bolsa.
-          ¡Vaya! –Tim se levantó y empezó a curiosear entre los libros que había traído.
Entre ellos estaban “El guardián entre el centeno”, libro que Tim siempre había querido leer pero que nunca había encontrado en la tienda del señor Gordon. Tim se quedó leyendo los primeros capítulos de algunos de los libros mientras su padre y tía Olive recogían la cocina.
-          Jason, no hacía falta que te molestaras. –Era tía Olive. – Tim va a tener en mi casa todo lo que quiera, sabes que es cómo otro hijo para mí.
-          Pero yo soy su padre y el encargado de encargarme de este tipo de cosas. –No lo decía con rencor. – No quiero cargarte más obligaciones encima.
-          Eso es una tontería Jason. No es ninguna obligación, lo hago encantada porque es lo que tengo que hacer. Cuando Tina mur… –Miró a Tim de soslayo y bajó el tono de voz. – Bueno, ya sabes, le prometí que haría esto por ella.
-          Lo sé.


Tim, su tía y su padre pasaron el resto del día recogiendo cosas, haciendo maletas y cargándolas en el coche de Olive. Llegó el mediodía y Jason quiso invitarlos a comer a un restaurante de la ciudad. El restaurante en cuestión tenía un aire italiano que hacía que no pasara inadvertido, ocupaba toda la planta baja de un edificio y estaba lleno de ventanales desde los que se veía a la gente de dentro comiendo. Cuando entraron Tim advirtió que por dentro era incluso más llamativo que por fuera. Todos los ventanales estaban cubiertos por cortinas, algunas traslucidas, y aunque era de día y la luz iluminaba el lugar, las lámparas de araña estaban encendidas. Tim pudo observar cómo el local estaba decorado con detalles típicos de Italia, unos pequeños banderines decoraban algunas paredes, una Vespa de verdad que estaba cerca de la barra y una pared absolutamente llena con fotografías de celebridades de Italia en blanco y negro.
Una vez dentro, un hombre vestido con camisa blanca, un chaleco negro y rojo y pajarita, les ofreció una mesa en la que se sentaron.
-          Jason, ¿Tienes dinero para pagar esto? –Preguntó Olive algo preocupada.
-          No es tan caro como aparenta. –Jason sonreía. – Además, me han ascendido.
-          ¿Te han ascendido? –Tim se quedó asombrado.
-     Sí, bueno, en realidad tan sólo me han dado una sección fija en el periódico. Ahora soy columnista, no es gran cosa, pero al menos ahora tengo un hueco en el qué publicar a diario. Además de que me han subido el sueldo.
-          Eso es genial Jason. –Dijo tía Olive con una sonrisa que hacía que le salieran arrugas alrededor de los ojos.
Tim no dijo nada, tan sólo sonreía. Le hacía realmente feliz que al fin su padre pudiese tener un pequeño hueco dónde poder plasmar lo que piensa. Se había pasado su vida cómo corrector y tan sólo había escrito tres artículos que llegaron a publicarse.
Cuando acabaron de comer, Jason pagó la cuenta y se fueron para casa. El camarero se despidió muy amablemente y fue a recoger la mesa. Cuando llegaron tía Olive decidió que había llegado el momento de irse.
-          Tim, si no nos vamos ya, llegaremos a Narwarts muy tarde.
-          Sí, tía Olive, subo un momento a por unas cosas y bajo.
Jason se quedó abajo con tía Olive mientras Tim subía corriendo edificio arriba. Llegó a su planta, abrió la puerta y entró. Sería la última vez que vería esa casa en todo el verano. Se apresuró a su habitación y cogió una rebeca por si por la noche refrescaba y un libro que no había guardado en la maleta para poderlo leer por el camino. Se dirigió a la puerta, echó una última mirada a la casa y cerró la puerta. Cuando llegó al coche de tía Olive, ella y su padre ya se despedían. Ella se montó en el coche y Tim fue a despedirse de su padre.
-          Tim, escúchame. Quiero que te portes bien y que hagas caso de todo lo que diga tu tía. –Tim asintió. –De todo ¿De acuerdo?
Volvió a asentir y Jason le dio un abrazo paternal. Se subió en el coche, el coche de tía Olive era una ranchera roja, un poco oxidada, de las que tan sólo tienen tres asientos en la parte delantera y el resto del vehículo se usa para transportar cosas. Tim bajó la ventanilla.
-          ¿Vendrás a verme? –Dijo Tim ya sentado y con el cinturón abrochado.
-          Claro, ¿Por tu cumpleaños?
-          Por mi cumpleaños. –Y ambos sonrieron mientras el vehículo se ponía en marcha.


Durante el viaje hicieron algunas paradas para descansar las piernas. Tim pasó casi todo el trayecto leyendo mientras sonaban algunas canciones de Bob Marley de fondo. Terminó El guardián entre el centeno que le había regalado su padre, libro que le encantó. Una de las paradas que tía Olive decidió hacer fue en un gasolinera de carretera, el establecimiento dotaba también de un restaurante y un hostal. Merendaron en el restaurante mientras tía Olive le contaba cómo eran los bosques que había alrededor del prado dónde vivía, hablaba con entusiasmo y a Tim le pareció que tía Olive jamás cambiaría de residencia, ya que al parecer le encantaba su casa, que había pertenecido a sus abuelos antes de morir.
Salieron del restaurante en dirección a los aparcamientos dónde habían aparcado el coche. Los aparcamientos eran de tierra y tenía bastantes arboles alrededor para que dieran sombra a los coches. De pronto tía Olive paro en seco.
-          ¡Caray! ¡He olvidado el bolso!
-          ¿Voy a buscarlo? –Se ofreció Tim amablemente.
-          No, no importa, iré yo. De paso iré al baño, no quiero hacer más paradas. Tú espérame en el coche.
Así que tía Olive se dirigió de nuevo al restaurante. Él llegó al coche y se recostó contra él. Estuvo allí cinco minutos cuando oyó a alguien que hablaba al otro lado, dos coches más al fondo detrás de Tim. Miró con curiosidad y pudo ver un hombre hablando con una mujer, todo parecía normal hasta que algo reflejó la luz del sol en los ojos de Tim, éste miro con más atención, el hombre llevaba en la mano una navaja. Se puso nervioso, el hombre llevaba unas gafas de sol y una gorra, estaba atracando a la mujer. Se fijó en la cara de ésta y pudo ver una expresión clara de pánico.
-          No te lo volveré a repetir, dame el bolso y las llaves del coche. –Dijo el atracador con un tono amenazante en la voz que hizo que a Tim se le erizara el bello.
-          No… no te daré nada. –Respondió ella medio tartamudeando.
El hombre agarró el bolso de la mujer y tiró con fuerza de él para arrebatárselo, pero la mujer lo tenía abrazado con ambos brazos. Tim nunca había estado tan nervioso, no sabía qué hacer, el pánico atravesaba cada uno de sus músculos impidiéndole moverlos. La rabia le brotaba de cada poro de su piel. El hombre alzó la navaja y antes de que éste pudiera actuar se escuchó un crujido ensordecedor y uno de los árboles que daba sombra a los coches cayó encima de él. La navaja se desprendió de sus dedos y cayó inconsciente al suelo con el árbol encima. La mujer emitió un grito y empezaron a salir personas del restaurante y de la gasolinera en su socorro, pero cuando llegaron allí sólo pudieron ver a un hombre en el suelo inconsciente. El árbol había vuelto a encorvarse y antes de que nadie hubiera llegado al lugar de los hechos ya había retomado su posición inicial. Tim no daba crédito a lo que había visto, se frotaba los ojos de incredulidad. Había visto como el árbol caía sobre el hombre y volvía a erguirse de nuevo. Miró a los ojos a la mujer y pudo ver en su cara la misma expresión de incredulidad que tenía él.
-          ¿Qué ha pasado? –Dijo un camarero del restaurante que todavía miraba al hombre inconsciente en el suelo
-          No… no lo sé. Yo… yo estaba aquí y él… intentaba atacarme y luego… el árbol…
-          ¿El árbol? –Dijo el camarero con cara de incomprensión.
Pero la chica no respondió.
-         Tim, vámonos. Ahora. –Era tía Olive que estaba detrás de él y por lo visto había escuchado la conversación del camarero y la mujer.
Ambos subieron al coche, tía Olive arrancó y salió del aparcamiento apresuradamente. No volvió a dirigirle la palabra hasta unos cinco o diez minutos después de estar en la autopista.
-          ¿Qué ha pasado, Tim?
-          Yo… –La miró a los ojos y continuó. –Fui al coche cómo me dijiste.
-          Continúa.
-    Vi que ese hombre la estaba atracando, tenía una navaja. Yo me puse nervioso, no podía moverme, no sabía qué hacer. Ella no quería darle lo que le pedía y él se enfadó, levantó la navaja, me asusté y escuché como el árbol rugía y cayó sobre él. Ella gritó y… –Tim se detuvo un momento. –Y el árbol volvió a erguirse de nuevo.
Tim miró a su tía en busca de una mueca de burla, pero ésta seguía con la vista fija en la carretera y no movió ni un solo musculo de la cara. Entonces a Tim se le pasó un pensamiento por la mente, no quería decirlo, si no lo decía podría conseguir que no fuese real, luchó contra él pero no pudo resistirse y al final lo soltó.
-         Lo hice yo. –Tim no quiso mirar a tía Olive a la cara, debía pensar que estaba loco. –Lo hice yo. –Repitió. –Me sentí impotente, tenía rabia y miedo. Entonces lo deseé, deseé con todas mis fuerzas aplastarlo, reducirlo a pedazos y el árbol cayó sobré él. No sé cómo lo hice, pero lo sentí, sentí cómo caía sobre él.
Tía Olive tardó unos segundos en responder.

-          Lo sé.

CAPÍTULO I - SEMILLAS



Caminaba cabizbajo mirándose los zapatos, recorría la calle Ágora, una de esas calles principales que siempre están abarrotadas de gente. Era más de media tarde y el calor empezaba a decaer, el tráfico y las voces de la muchedumbre cargaban el ambiente y lo hacía duro e inflexible. De pronto tropezó con alguien y cayó al suelo.
-        ¡Mira por dónde vas mocoso! – Le gritó un hombre de la edad de su padre que iba usando el móvil.
-          Perdón… no le había visto. – Se excusó Tim mientras se levantaba del suelo y se sacudía los pantalones, pero aquél hombre ya se había marchado y caminaba unos metros por detrás de él.
Un grupo de chicas le miraban, se reían y cuchicheaban al otro lado de la calle. Tim recogió su mochila del suelo y siguió caminando. Entró en una librería llamada “Benedett”, al entrar sonó una campanita situada encima de la puerta y Tim se sobresaltó, no estaba allí la última vez que entró, debía ser nueva. El señor Gordon salió de la trastienda al oír la campanita con una sonrisa fingida, de esas que no te alteran las arrugas de los ojos, la cual cambió por una expresión de desgana en cuanto vio a Tim.
-          Ah, eres tú.
-          ¿Esperaba a alguien? – Comentó Tim.
-       Pues sí, esperaba que fuese… un cliente. De esos que, además de hojear libros durante horas, compran.
-          Hoy traigo dinero. – Estaba un poco avergonzado.
-          Pues mira lo que quieras, pero no robes nada.
-          De acuerdo.
¿Cuándo había robado Tim algo en la librería del señor Gordon? Es verdad que la gran mayoría de veces sólo iba a ver libros, pero cuando conseguía juntar algunos ahorros siempre los compraba. El señor Gordon debería sentirse agradecido de que alguien decida gastar en su tienda, ya que cada vez tenía menos clientes, cosa que hacía que no se molestara en pedir novedades a las editoriales y eso, a su vez, hacía que a la gente ya no le interesase comprar allí. Era un círculo vicioso.
Pero a Tim no le importaba que no hubiera novedades entre sus libros, ya que normalmente los libros que leía eran libros que tenían más años que él, el hecho es que le fascinaba leer cosas que habían escrito personas que habían vivido otras épocas. Sin teléfonos móviles, ordenadores o coches de última generación. La única tecnología que Tim tenía, era la vieja máquina de escribir de su padre y para él ya era suficiente.
Se paseaba entre las secciones de nóvela juvenil. Le costaba tanto elegir entre los libros porque analizaba cubierta, título, sinopsis y cuando alguno le llamaba la atención, solía leer los primeros capítulos, quizás por eso al señor Gordon no le hacía mucha gracia Tim. Tras veinte minutos encontró un ejemplar que avivó su curiosidad, no tenía nombre y en la portada sólo había dibujado un árbol, un sauce.
-          ¿Has elegido algo ya? Voy a cerrar – Le sorprendió el señor Gordon al final del pasillo.
-          Eh, sí, creo que sí.
-          Pues venga.
Se dirigió al mostrador detrás del dependiente, pagó el libro y se despidió amablemente, pero el señor Gordon tan sólo hizo un gesto con la mano. Al salir de la tienda se dio cuenta de que ya había empezado a oscurecer y las farolas de la calle ya se habían encendido. Lo que para Tim habían sido veinte minutos, eran en realidad más de hora y media. Guardó su nuevo libro en la mochila y se dirigió a la parada del metro. En quince minutos pasaba el que paraba más cerca de su casa. Sacó el libro de la mochila y empezó a leerlo. Tardó dos páginas en entender lo que había comprado, era un libro de botánica. Se llevó una mano a la cabeza y suspiró. ¿Qué hacía ese libro en la sección de novela juvenil? Tras un par de páginas más guardó el libro en la mochila bastante defraudado con su nueva compra.
El metro no tardó en llegar, se subió de un salto cuando abrieron las puertas y se desplomó en uno de los asientos. Un par de paradas después, subieron tres chicos al compartimento dónde iba. No tardó en darse cuenta de quienes eran, Rick y sus amigos. Rápidamente sacó su libro de la mochila e hizo cómo que lo leía de forma que el libro le tapaba la cara. Asomó la cabeza por un lado del ejemplar y distinguió cómo aquellos tres chicos pasaban al otro compartimento del metro, Tim suspiró aliviado. Rick y sus amigos, Pett y Marlon, iban a su clase, en el instituto se divertían riéndose de todo aquél que era más flacucho que ellos y él era el más bajo y escuálido de su clase, así que era el centro de sus dianas. El metro paró y Tim se bajó, había llegado a su parada, salió del metro y se dirigió a casa.
Cuando entró en casa se percató de que en el sillón había un bolso y el sólo vivía con su padre. Entonces escuchó una voz que le resultaba familiar, procedente de la cocina.
-         Escucha Jason, está a punto de florecer. – Dijo algo agitada, y de pronto bajó la voz. – Si nadie se molesta en explicarle lo que le pasa se volverá loco.
-      Pero Olive, sabes perfectamente los peligros que eso conlleva…– Dijo el padre de Tim, pero Olive le interrumpió.
-       Jason, hace ya más de quince años que los círculos conviven en paz y lo sabes. ¡No ha habido altercados desde entonces!
-         Está bien, está bien. Olive, tu eres su tía y sabes bastante más de éste tema que yo, si crees que es así cómo debe ser, que así sea. Pero por favor, no seas ruda, házselo entender poco a poco.
Tim entró en la cocina y ambos se sobresaltaron al verlo.
-          ¿Qué es lo que me tiene que hacer entender poco a poco?
-         Vaya Tim, no te habíamos escuchado llegar. – Tía Olive se levantó de la silla y le abrazó. – ¡Qué grande estás!
-          Gracias… – Nunca supo cómo responder a esas cosas. – ¿De qué hablabais?
-      Cosas de adultos, Tim. – Dijo su padre irritado. – Está mal por tu parte poner la oreja en los asuntos de los demás.
-          Pero estabais hablando de mí, os he oído.
-          Tim. – Ésta vez hablaba tía Olive, con un tono dulce en la voz. – Tu padre y yo hemos pensado que quizás te gustaría venir a pasar el verano a Narwarts.
-          ¿A tu casa?
-          Sí, estarías con tus primos, y ya sabes, vivimos en el campo y quizás…
-          Vale. – Acababa de interrumpir a Olive, la cual esbozó una sonrisa. – ¿Cuándo?
-          Te puedes venir conmigo mañana mismo, si quieres…
-          Si quiero – Y Tim salió precipitadamente de la cocina.
Tim no sabía exactamente porque le hacía tanta ilusión ir a casa de tía Olive a pasar el verano, quizás fuese el hecho de que nunca había pasado el verano fuera de casa, o porque las paredes de ese lugar le asfixiaban. Definitivamente, lo que más ilusión le hacía era pasar el verano con sus primos, a decir verdad, nunca había tenido una estrecha relación con ellos, ya que sólo los había visto tres veces en su vida, pero el pensar que podría estar con gente de su edad que no se dedicaran a reírse de él, le emocionaba.
Empezó a recoger sus cosas, sacó una maleta del altillo de su armario y empezó a guardar ropa. Se preguntó qué tipo de cosas le iban a hacer falta, sin duda algunos libros para los días aburridos, miró su estantería y, un tanto decepcionado, advirtió que todos los libros que tenía ya los había leído, así que decidió llevarse el tedioso libro de Botánica que acaba de comprar, “Un libro es un libro”, se repetía.
Cuando su padre entró en su habitación por poco no le da un infarto, ya que en unos pocos minutos todo estaba desordenado.
-          Tim. – Su padre le miraba. – ¿Tantas ganas tienes de irte?
Entonces a Tim le dio una punzada de culpabilidad. No se había parado a pensar en su padre, el pasaría las vacaciones aquí sólo y él estaba contentísimo por irse.
-        Bueno papá, es que los veranos aquí son bastante aburridos. – Y era verdad. – No tengo amigos aquí.
-        Venga Tim, si yo tuviese tu edad ya estaría montado en el coche. – Le sonrió y Tim le dirigió otra sonrisa. – Pero deja esto para mañana ¿Quieres? Ahora vete a dormir.
Tim asintió y su padre se marchó. Recogió la ropa de encima de la cama y la puso encima del escritorio. Se colocó el pijama y se acomodó en la cama. En realidad, no tenía nada de sueño. Se quedó pensando en todo lo que se tenía que llevar a casa de sus tíos y hasta después de un largo rato dando vueltas en la cama no perdió la consciencia.

¿Quién es Timothy Sward?

 


     Bienvenido, coge asiento y ponte cómodo. Eres de los primeros en llegar a éste humilde blog. La apertura de éste blog se debe al libro que estoy escribiendo, la pequeña pero extraordinaria vida de Timothy Sward, o Tim asecas, para los amigos.
     Publicaré un nuevo capítulo semanal, intentaré que los capítulos no excedan de las cuatro o cinco páginas para que no sean difíciles de leer y no se os hagan aburridos.
     Para empezar os contaré un poco sobre la vida de Timothy Sward.

Timothy Sward lleva una vida monótona, cada día es igual al anterior, por esa razón Tim adora la literatura, enfrascarse entre las páginas de historias de aventuras que él nunca vivirá, o eso pensaba.
La sorpresa llega cuando su tía aparece en casa de Timothy y le propone ir a pasar el verano a su casa con sus primos, Tim no se lo piensa dos veces, las paredes de su habitación lo enjaulan y ahora se siente cómo un pájaro volando en libertad. 
Una serie de acontecimientos hacen que Tim empiece a cuestionarse cosas sobre sí mismo y sobre el mundo que le rodea, y sin esperarlo, se encuentra dentro de un Círculo de personas con unas habilidades peculiares.
Descubrirá que el mundo no es tal y cómo él pensaba y que está a punto de desmoronarse. 


Aquí empieza ésta historia, ¿Seguirás conmigo hasta el final?