CAPÍTULO IV - CÍRCULOS

-          Tim, arriba.
 Tim se despertó con algo debajo del hombro, era el libro de En el camino. Se frotó los ojos y miró a la persona que le había despertado, era tío Peter.
-          Venga, el desayuno ya está listo. –Se dirigía a la puerta cuando de pronto se detuvo en seco. – ¿Podrías despertar a Edd? Llevo más de media hora pidiéndole que se levante.
-          Ehm, sí, claro.
Tim se levantó de la cama y estiró los músculos, había dormido mejor que nunca, quizás era por el agotamiento del viaje del día anterior o porque había dormido en una cama que era dos veces más grande que la suya. Se deshizo del pijama y se puso unas bermudas y una camiseta corta. El día parecía haber mejorado, todavía quedaban restos de la lluvia de la noche anterior, pero el calor hacía que poco a poco desaparecieran.
Se dirigió al cuarto de Edd, la puerta estaba abierta y entró. Edd estaba dormido boca abajo, una pierna y un brazo le colgaban por el lateral de la cama. Tenía la boca abierta y roncaba.
-          Edd, levántate ya, tienes a tu padre de los nervios.
-          “Grinco minutogr magr”. –Gruñó Edd.
-          ¡Vamos Edd! –Pero Edd ni se imutó.
En ese momento entró Mike al cuarto, iba en calzoncillos y con una camiseta vieja. Llevaba una jarra en la mano, miró a Tim y se puso un dedo en la boca pidiéndole que no dijera nada. Se acercó a su hermano y vertió el agua que había en la jarra en la cara de éste. Edd empezó a chillar hasta que se dio cuenta de lo que acababa de pasar. Mike empezó a reírse a carcajadas y Tim no pudo evitar acompañarle.
-          ¡Te vas a enterar! –Gritó Edd levantándose de la cama y corriendo detrás de Mike, pero éste le llevaba ventaja y corrieron escaleras abajo.
-          ¡El pequeño Edd le tiene miedo al agua! –Gritaba Mike a carcajadas.
Tim bajó las escaleras riendo y se los encontró en el comedor.
-          ¡Misión cumplida! –Decía Mike a su padre, aun riéndose y con Edd pegándole puñetazos en el estómago, pero éste ni se inmutaba.
-          Traidor. –Era Edd, miraba a Tim. – ¡Me podrías haber avisado!
-          Te dije que te levantaras, eso te pasa por no hacerme caso. –Dijo Tim todavía entre risas.
Helen entró en el comedor y dio los buenos días, miró a Tim de reojo y se sentó en la mesa. El resto también se sentó y a Edd se le pasó el enfado en cuanto empezó a comer, o engullir, mejor dicho.
-          Oye chicos. –Empezó tío Peter. –He pensado que ya que hoy es domingo y no tengo que trabajar, podríamos ir todos al lago. ¿Qué os parece?
-          Genial. –Dijo Helen sarcásticamente. –Yo paso.
-          Tú siempre tan simpática. –Edd la miraba con una ceja enarcada.
-          A mí me parece bien. –Dijo Tim tímidamente.
-          Y a mí. –Le acompañó Edd.
-          ¡Sea pues! –Concluyó su padre.
Acabaron de desayunar y Tim y sus primos subieron a las habitaciones. Tim entró en su cuarto y se tumbó en la cama, había comido tanto que le había vuelto a entrar morriña. Edd entró en su habitación embutido en un bañador.
-          ¿A qué esperas? ¡Ponte el bañador!
-          Edd… tengo un problema. –Le dijo Tim. –No he traído bañador.
-          Has traído una mochila llena de libros y no un bañador. Muy sensato por tu parte. –Y empezó a reírse. –Tengo otro, ven te lo prestaré. –Y fueron a la habitación de Edd. Éste, tras unos minutos desalborotando el armario dijo. –No lo encuentro.
-          Siempre puedes bañarte en calzoncillos. –Era Mike que entraba por la puerta con una sonrisa de medio lado. –Mamá lo habrá puesto a lavar. Tim, baja a preguntarle.
Tim se dispuso a hacer lo que le había dicho. Bajaba las escaleras observando los retratos que había colgados en la pared, era el único lugar de la casa dónde había fotos y según bajaba podía ver cómo toda la familia iba haciéndose más joven. Podía ver a Edd con tres años tirándole de las orejas a Helen y a Mike intentando separarlos. A Tim le hubiera gustado haber tenido hermanos y tener fotografías cómo esa. Llegó al comedor dónde habían desayunado, la mesa estaba ya recogida. No sabía dónde estaba tía Olive hasta que oyó su voz al otro lado de la pared, en la cocina.
-          ¿Cuántas lluvias semanales han prometido?
-          Sólo dos. –Le respondió tío Peter.
-          ¿Será suficiente?
-          Quizás no, pero al menos mantendrá el bosque húmedo. –Y ambos se quedaron callados y Tim aprovechó para entrar en la cocina y tía Olive se sobresaltó.
-          ¿Qué ocurre Tim? –Dijo ésta con dulzura.
-          Olvidé traer bañadores y Edd no encuentra otro para dejarme. Mike dice que quizás lo pusiste a lavar.
-          ¡Ay, Tim! ¡Lo tiré la semana pasada! Estaba ya muy viejo. Pídele a Mike uno de los suyos que ya le quede pequeño.
-          De acuerdo. –Y Tim salió de la cocina.
Durante el camino desde la cocina a la habitación de Mike, Tim, no podía parar de preguntarse porqué a su tía le preocupaba tanto cuantas veces lloviera ni quien había prometido que llovería dos veces a la semana. Su mente volvía a ser un hervidero de preguntas sin respuesta.
-          ¿Y bien? –Le sobresaltó Edd, sacando a Tim de sus pensamientos.
-          ¿A tu madre le gusta la lluvia? –Le preguntó Tim.
-          No que yo sepa. –Dijo mirando con cara de confusión a Tim mientras éste seguía con cara pensativa. –¿Estás bien? ¿Te has dado algún golpe en la cabeza? –Dijo alborotándole el pelo en busca de chichones y Tim no pudo evitar reírse.
-          Por cierto, tu madre tiró tu viejo bañador. Voy a pedirle a Mike si me deja alguno.
Y Mike le dejo uno, Tim se lo puso y sus primos no pudieron evitar reírse. El bañador le quedaba enorme, había tenido que apretarlo tanto para atárselo, y que no le cayera, que parecía que llevaba una falda. Al final Tim también se echó a reír.
-          ¡Pareces una sombrilla! –Le dijo Edd riendo a carcajadas.
-          Al menos así estaremos seguros de que no te ahogarás, el bañador hará de flotador. –Soltó Mike, y Edd empezó a llorar de la risa.
Entre risas Tim pensó que no le importaría quedarse a vivir para siempre allí, entre la risa contagiosa de Edd, que afloraba en cualquier momento y por cualquier comentario, y las pullas entre hermanos. Nunca había sentido el sentimiento de permanecer a algo y desde el poco tiempo que llevaba allí lo había sentido más veces que en toda su vida.
Edd, Mike, tío Peter y él fueron al lago, que para sorpresa de Tim no estaba lejos del prado. Fueron a pie atravesando el bosque por un sendero que lo cruzaba de lado a lado. El lago era enorme, quizás el lago más grande que Tim había visto en su vida. Parte de él estaba rodeado de rocas de las que emanaba agua haciendo parecer una pequeña cascada, el bambú brotaba del agua al otro lado y había nenúfares que crecían cerca de éste. Cerca de las rocas había algunos pescadores pasando el día y un grupo de chicos y chicas se divertían saltando desde las rocas haciendo que no pudieran pescar nada.
Tío Peter se unió a los pescadores, a los que ya conocía, y ellos se acercaron al grupo que saltaba desde las rocas y para sorpresa de Tim, eran amigos de Mike y Edd. Les presentaron, había dos chicas, que se llamaban Mayra y Susan, y Robie, Dave y Will eran los chicos. Tim se preguntó si aquél grupo eran familia lejana suya, ya que extrañamente todos tenían los ojos verdes. Robie y Will tenían la edad de Mike y pasaron el día debajo de un árbol charlando, Susan y Mayra, aunque debían tener la edad de Edd y Tim, también estuvieron con ellos. A Tim le pareció que a Susan le gustaba Mike ya que ella reía sus gracias todo el día y se tumbaba apoyando la cabeza en las piernas de éste. El único que estuvo con ellos dos, fue Dave, que también tenía la edad de Edd. Dave era igual de alto que Tim, tenía el cabello rubio y unos pómulos marcados. A Tim le pareció simpático, aunque no era tan extrovertido cómo Edd.
Comieron unos sándwiches, que tía Olive les había preparado, cerca del lago y cuando cayó la tarde, todo el grupo se despidió y Susan le dio un beso en la mejilla a Mike.
-          ¿Has visto eso? –Dijo Edd cuando el grupo ya estuvo lo bastante lejos para no oírle.
-          ¿Si he visto qué? –Preguntó Mike
-          Cómo te ha besado en la mejilla, está colada por ti.
-          No digas tonterías. –Mike intentaba parecer desinteresado pero se ruborizó un poco.
-          No te emociones, Mike. Sólo le gustas porque vas a ser entrenador. –Edd le dedicó una sonrisa burlona.
-          ¿Ella también se ha apuntado a la academia? –Ésta vez era Tim el que hablaba y Mike y Edd lo miraron con sorpresa.
-          ¿Qué academia? –Dijo Edd.
-          Bueno, he supuesto que iba a ser entrenador de una academia.
-          No es precisamente... –Mike le había interrumpido dándole un codazo. –¡Oye! –Gritó mirando a su hermano. –¡Ah! Bueno, sí. Es algo así como una academia.
-          ¿Qué ocurre? –Dijo Tim, había algo en esa conversación que no le cuadraba.
-          Nada, ¿Qué va a ocurrir? –Mike se levantó y se sacudió el bañador. –Deberíamos irnos ya, está empezando a oscurecer.
Fueron a buscar a tío Peter, que ya se despedía de los pescadores y se dirigieron para casa. Durante la vuelta Mike y su padre caminaron mientras hablaban a unos diez metros por delante de Edd y Tim. Edd le contaba a Tim algo sobre el hambre que tenía y que le gustaría comer, pero Tim se limitaba a asentir de vez en cuando y sonreír. Estaba intentando escuchar algo de la conversación de Mike y su tío, pero Edd no le dejaba escuchar. Al final se resignó y empezó a prestarle atención a su primo.
Llegaron a casa y desde el recibidor se podía oler el aroma de la cena que llegaba desde la cocina. A Tim le empezaron a rugir las tripas, por suerte no tardaron en cenar. Su tía había preparado espaguetis a la carbonara y carne recubierta de una salsa que Tim no logró adivinar.
Cuando acabaron de cenar se fueron a duchar. Para Tim la ducha fue regeneradora y el agua caliente lo había adormilado, al salir echó un vistazo a la habitación de Edd y éste se había quedado completamente dormido. Fue a su cuarto y se dispuso a acostarse, cuando para su sorpresa tía Olive interrumpió en él.
-          Hola Tim, ¿Puedo hablar contigo?
-          Claro, pasa. –Por el tono de su tía, Tim se preguntaba si había hecho algo que no debía. Ésta entró, cerró la puerta, se sentó en la cama e hizo un ademán con la mano para que Tim se sentara junto a ella. –¿Qué ocurre?
-          Verás Tim, ¿Recuerdas el incidente de ayer? –Tim asintió, claro que lo recordaba, ver a una persona ser aplastada, literalmente, por un árbol no se olvida fácilmente, y menos cuando uno tiene la seguridad de que ha sido él quien lo ha hecho, aunque parezca una locura. –Verás, te dije que ya sabía que lo habías hecho tú, y cómo sé que tendrás la mente llena de preguntas, y antes de que te enteres de manera desafortunada, he decido explicarte lo sucedido. –Tim no respondió.
Todavía no sé por dónde empezar, así que empezaré por el principio.
La tierra tal y cómo la conocemos depende del Equilibrio y éste, a su vez, está formado por cuatro Círculos, tales como; el Círculo del Agua, el Círculo del Aire, el Círculo del fuego y, por último, el Círculo de la Tierra.

Dentro de cada Círculo existen una serie de seres que defienden el Equilibrio para que éste no se rompa. Y tú, Timothy Sward, igual que el resto de la familia Sward, perteneces al Círculo de la Tierra desde que naciste. Cuando un ser de tierra, es decir, un Groundwer, cumple los dieciséis años, se le considera capaz de mantener el Equilibrio y adquiere el Aura. El Aura permite cosas cómo lo que hiciste ayer, Tim, en cierto modo, te da poder sobre la naturaleza. Y, aunque nunca antes había visto un Groundwer manifestando su Aura antes de los dieciséis años, dentro de tres días, cuando los cumplas, la adquirirás por completo y te unirás al Círculo de la Tierra.

¡"El Círculo de la Tierra" tiene ilustrador!

Pues estoy bastante emocionado por la noticia que os traigo ¡Y es que ésta pequeña historia tiene ilustrador!
Hace unos días paseando por la blogosfera y viendo el blog de mi amigo Piix, descubrí los dibujos que hacía y me gustaron tanto que no pude resistirme a pedirle si le gustaría hacer algunos para ambientar algunos capítulos. ¡Y ha dicho que sí!

Os dejo la primera ilustración que me ha enviado:


Sí, es Timothy Sward en... El bosque de Narwarts.

He de decir que en el próximo capítulo descubriréis bastante de lo que rodea el mundo de Tim y con suerte habrá alguna ilustración de Piix, ¡No olvidéis pasaros por su canal!
Por cierto Piix, si estás leyendo ésto, no me hagas mucho caso y haz los dibujos cómo a ti más te gusten, ¡Que yo no entiendo demasiado! Jajaja


Y sin nada más que añadir... ¡Os dejo hasta el viernes!

Javier Del Álamo

CAPÍTULO III - LINAJE

           El resto del viaje transcurrió tranquilo, ni Olive ni Tim volvieron a hablar, se limitaban a escuchar una entrevista que realizaban en una emisora. Hablaban sobre el tiempo, decían que era uno de los veranos más calurosos de los últimos quince años y sobre algunos bosques que se habían incendiado. Tim ni si quiera prestaba atención, se limitaba a observar por la ventana absorto en sus pensamientos, todavía no lograba entender lo que había ocurrido en su última parada. Tenía mil preguntas para tía Olive, pero le pareció que en ese momento lo mejor que podía hacer era callar y que esas preguntas continuaran encerradas en su mente hasta nuevo aviso.
            Empezaba a oscurecer y tía Olive encendió las luces del coche. Hacía unas ocho horas que habían salido de la ciudad, y Tim se empezaba a cuestionar cuánto tiempo más tendría que aguantar en ese coche cuando Olive señaló un cartel que anunciaba la entrada a Narwarts.
-          ¿Ya hemos llegado? –Preguntó Tim esperanzado.
-          Aún no, pero no falta mucho.
Aquella respuesta llenó a Tim de alivio. Entraron en Narwarts, era un pequeño pueblo anclado en medio de la nada. La mayor parte de las casas eran antiguas, de piedra, con tejados angulosos y de casi todas salían algunas luces de sus ventanas. El pueblo estaba bastante vacío, tan solo vio un grupo de niños jugando en la calle y un par de señoras conversando.
Su tía giró a la derecha en un cruce y entró por un camino que se alejaba del pequeño pueblo, cada vez veía más vegetación, se podían ver en lo alto de algunas colinas luces que asomaban por las ventanas de algunas casas. Empezó a llover y Olive cerró las ventanas del coche, tras unos minutos por aquellos caminos llegaron a una entrada con una puerta de madera. Su tía se bajó del coche y la abrió, volvió a subirse al coche empapada y entraron en la finca. Tim podía apreciar a través de la oscuridad los prados y los bosques que tía Olive le había comentado y en lo alto de una ladera una casa del estilo de las que había visto por el camino, también era de piedra y con tejados angulosos, la diferencia principal era que tenía algunos árboles cercanos a la casa y que la mayoría de paredes de piedra estaban cubiertas de enredaderas, que bordeaban las ventanas y le conferían un aire a casa de cuento.
Olive aparcó el coche debajo de un algarrobo enorme que había muy próximo a la entrada de la casa.
-          Ya hemos llegado. –Dijo mientras apagaba el coche y le dirigía una sonrisa a Tim.
Ambos se bajaron del coche y fueron corriendo a refugiarse de la lluvia debajo del pequeño porche que había en la entrada de la casa. Olive sacó las llaves de su bolso, pero cuando iba a introducir la llave alguien abrió la puerta.
-          Os he visto llegar. Rápido, pasad, está lloviendo a cantaros. –Era tío Peter.
Entraron en la casa y su tío cerró la puerta. Éste miró a Tim.
-          ¿Cómo estás, Tim? –Le dijo sonriéndole y pasándole la mano por la cabeza. –Debes haber crecido veinte centímetros desde la última vez que te vi.
-          Eso dicen.
-          Qué bien huele, ¿Habéis preparado la cena? –Olive cerraba los ojos para aspirar ese olor a patatas que impregnaba la casa.
-          Estamos en ello, aunque no nos vendría mal un poco de ayuda.
Entonces alguien bajaba corriendo las escaleras, era Edd, el primo de Tim. Tenía un año más que él y era unos centímetros más alto. Era castaño, cómo su padre y tenía los ojos verdes como el resto de la familia.
-          ¡Tim! –Dijo Edd entusiasmado y le dio un abrazo a Tim. –Ya pensaba que no llegaríais hoy, ¿Por qué diablos habéis tardado tanto?
-          Esa lengua Edd. –Le regañó su padre.
-          Hemos salido tarde. –Le decía Olive. –Edd, avisa a tu hermano y ayudad a Tim a recoger las maletas del coche y llevadlas a su cuarto.
-          ¡Eso está hecho!
Sus tíos se fueron en dirección a la cocina y Edd volvió a subir corriendo las escaleras a la voz de “¡Mike! ¡Mike!”. Mike era el hermano mayor de Edd, al que Tim ya casi ni recordaba, ya que éste se solía saltar los pocos eventos en los que la familia se juntaba. Tras unos minutos Tim vio que Mike y Edd bajaban las escaleras.
-          Ya voy. ¡Edd! ¡Estate quieto! –Gritaba Mike mientras se intentaba poner una camiseta y Edd lo estiraba escaleras abajo tirando de ella.
La situación era del todo cómica, pensó Tim. Al final Mike consiguió deshacerse de Edd, ponerse la camiseta y bajar las escaleras sin morir en el intento.
-          ¡Hey Tim! ¿Cómo va eso? –Le dijo Mike dándole una palmada en el hombro.
-          Bien, ¿A ti?
-          Bien hasta qué éste cafre me ha tirado de la cama. –Y le dio una colleja.
-          Eso te pasa por dormir tanto. –Se reía Edd.
Mike era tres años mayor que Tim. Tenía los mismos ojos verdes que el resto de la familia, el pelo castaño igual que Edd y ya le había empezado a crecer la barba alrededor de los pómulos. La camiseta le quedaba apretada ya que tenía más masa muscular de lo que Tim lograba recordar.
-          Bueno, ¿Dónde están esas maletas? –Dijo Mike sonriendo y los tres se dirigieron al coche.
Corrieron bajo la lluvia, Mike abrió el maletero y le pasó una maleta a Edd y la mochila a Tim. Él cogió las dos maletas más grandes con una sola mano y cerró el maletero con la otra. Entraron en la casa y se dirigieron escaleras arriba, subieron hasta el segundo piso, dónde había una especie de descansillo con tres puertas, una de esas puertas daba a la habitación de Mike y la otra a la habitación de Edd. Entraron por la última. El nuevo cuarto de Tim era abuhardillado, tenía una cama doble en un rincón, estanterías llenas de libros en el otro y un escritorio al lado de un armario de caoba. Dejaron las maletas encima de la cama.
-          ¿Necesitas ayuda para guardar las cosas? –Preguntó Mike.
-          No, no hace falta.
-          En ese caso, os dejo. Tengo algunos trabajos que adelantar. –Y salió por la puerta.
-          Bueno, ¿Qué te parece? –Edd se tumbó en la cama entre el poco espacio que dejaban las maletas.
-          Está bien. –Dijo Tim sentándose en la silla de ruedas del escritorio y mirando el cuarto. –Me gusta.
-          No es gran cosa, la verdad, pero mi madre pensó que te haría ilusión usar la habitación de tu madre.
-          ¿Ésta era la habitación de mi madre? –Y esta vez miró a su alrededor con otros ojos.
-          Sí, cuando tu madre se fue decidieron mantenerla tal y cómo ella la dejó.
-          Vaya…
-          Vamos, deshagamos las maletas. –Edd ya se había levantado, había abierto la mochila dónde Tim llevaba sus nuevos libros y la miraba con escepticismo. –Dime que has traído más cosas a parte de libros. –Y rápidamente se puso a abrir el resto de maletas.
-          No seas tonto, claro.
-          Menos mal, por un momento he creído que tendría que compartir mi ropa contigo.
Tim se puso a reír y su primo lo acompañó. Tim abrió el armario para empezar a guardar las perchas y estaba completamente vacío.
-          No hay perchas. –Tim miró a su primo.
-          Me parece que mi madre te compró el otro día. Ahora vengo. –Se dirigía a la puerta cuando Tim lo hizo detenerse.
-          ¿Tu madre ya sabía que vendría?
-          Claro, hace semanas que nos dijo que vendrías. ¿Por qué?
-          Por nada, déjalo.
Edd salió de la habitación y Tim se quedó sólo con sus pensamientos. Ayer mismo tía Olive le había preguntado si Tim quería venir a pasar el verano a Narwarts cuando ellos ya sabían que vendría. ¿Y si Tim se hubiera negado a venir? No, no lo hubiera hecho. Recogió los libros que Edd había dejado desperdigados por la cama y se dispuso a colocarlos en algunos huecos que quedaban libres de la estantería. Guardó tres cuando se puso a observarlos. Su primo había dicho que la habitación estaba tal y cómo su madre la había dejado antes de irse, así que todos esos libros debieron pertenecer a ella. Se dio cuenta que no sólo tenía parecidos físicos con su madre, si no que ambos también compartían el placer por la lectura. Entre aquellos libros vio En el camino de Jack Kerouac, el libro preferido de su padre y que nunca le había dejado leer porque decía que no era para su edad y que no lo comprendería. Leyó la sinopsis, trataba sobre un grupo de amigos que atravesaban América, estaba basado en la vida real de su autor. Su padre ahora no podría evitar que lo leyera. Lo abrió y vio que la primera página estaba escrita a pluma.

Para Peter, porque algún día nosotros también recorreremos América al estilo de Dean Moriarty y Sal Paradise. “¡Hay que reducir el costo de la vida!”
Tu viejo amigo, Jason.

Lo había escrito su padre. El único Peter que Tim conocía era su tío, éste ejemplar se lo debió regalar su padre y por alguna razón acabó en la estantería de su madre.
-          ¡Aquí están! –Edd interrumpió el hilo de sus pensamientos. Entraba por la puerta con tres paquetes de perchas empaquetadas.
-          Ya era hora, me estaba empezando a aburrir. –Dijo un Tim sonriente.
Ambos se pusieron a guardar la ropa. Su primo guardaba algunas prendas en la cómoda y Tim colgaba otras en el armario. Cuando acabaron de ordenarlo todo, guardaron las maletas en el altillo del armario.
-          Oye Edd.
-          Dime. –Dijo éste tumbándose de nuevo en la cama.
-          ¿Tu padre y mi padre eran amigos?
-          ¡Ya lo creo! Papá siempre cuenta anécdotas de cuando eran jóvenes.
-          Vaya, no sabía nada.
En ese momento tía Olive los llamaba desde la planta baja para cenar, Edd salió corriendo al grito de “¡Al fin!” y Tim le siguió, aunque no tan frenéticamente. La puerta de la habitación de Mike estaba abierta y no había nadie dentro, ya debía haber bajado. Bajaron los dos tramos de escaleras, llegaron al recibidor, pasaron un pasillo y llegaron al comedor. Esa casa era tres veces más grande que la suya. Mike y Helen estaban poniendo la mesa cuando Edd y Tim entraron. Helen era la hermana pequeña de Mike y Edd, tenía dos años menos que él y uno menos que Tim. Tenía los típicos ojos verdes heredados por parte materna y, a diferencia de sus hermanos, también tenía el pelo rubio de su madre.
-          Hola Helen. –La saludo Tim sonriendo.
-          Hola. –Helen ni si quiera miró a Tim al responder, se sentó en la mesa mientras tío Peter servía la comida.
El resto también se sentaron, todos menos Olive que venía de la cocina con una bandeja llena de patatas bravas. Una vez la colocó en el centro de la mesa, también se sentó.
-          Bueno Tim, ¿Te ha gustado la habitación? –Dijo tío Peter mientras se servía un muslo de pollo.
-          Sí, me ha dicho Edd que era la de mi madre. –Respondió Tim y todos se quedaron callados.
-          ¿Ha pasado un ángel? –Era Edd mientras se echaba una cantidad excesiva de patatas bravas.
-          Edd, deja patatas para los demás. –Le regañó su madre y éste, resignado, volvió a dejar la mitad de la ración que se había servido.
Tim también se sirvió y empezó a comer. Se pasó el resto de la cena callado, escuchando lo que hablaban los demás. Por lo que le pareció entender, Mike, iba a empezar a trabajar de entrenador en una especie de escuela de pelea, o algo así, enseñando a los principiantes. Empezó a contar las clases que tenía previstas y unas llaves nuevas que había inventado, probándolas con Edd mientras éste se quejaba. A Tim se le atragantaba la comida cuando reía, no recordaba haberse reído tanto mientras cenaba.
Al final de la cena todos recogieron y Olive anunció que era la hora de ir a dormir. Helen no le había vuelto a dirigir la palabra a Tim durante el resto de la cena y así siguió después de ella. Edd se escaqueó un poco de recoger y se llevó a Tim para arriba.
-          Bueno Tim, me voy a acostar, estoy agotado. Buenas noches.
-          Buenas noches Edd.

Tim entró en su cuarto, se puso el pijama, cogió el libro de En el camino y se puso a leerlo tirado en la cama, pero también estaba cansado y a las tres o cuatro páginas se quedó dormido con el libro abierto sobre el pecho.